


Show me your face
Rebeca Camarena
“Enséñame tu rostro… aunque tiemble, aunque no sepa si me mira.”
En esta pieza, el retrato clásico se desplaza, se niega, se disuelve. No hay rasgos definidos, pero hay gesto. No hay mirada, pero hay presencia. Como si el rostro —ese lugar donde creemos reconocernos— fuera apenas una ficción en tránsito.
Show me your face no demanda una imagen, sino una entrega. El título actúa como súplica íntima y como desafío. ¿A quién se le pide que se muestre? ¿Al otro, a uno mismo, al pasado que se intenta habitar?
Como si la historia de la pintura tratara de hablar en el lenguaje de ahora, donde todo rostro es una máscara y toda identidad, una interfaz mutable.
Esta figura sin rostro resiste ser “leída”. No se deja capturar. Quizá porque en lo borroso, en lo incompleto, en lo que falta... hay más verdad.
Rebeca Camarena
“Enséñame tu rostro… aunque tiemble, aunque no sepa si me mira.”
En esta pieza, el retrato clásico se desplaza, se niega, se disuelve. No hay rasgos definidos, pero hay gesto. No hay mirada, pero hay presencia. Como si el rostro —ese lugar donde creemos reconocernos— fuera apenas una ficción en tránsito.
Show me your face no demanda una imagen, sino una entrega. El título actúa como súplica íntima y como desafío. ¿A quién se le pide que se muestre? ¿Al otro, a uno mismo, al pasado que se intenta habitar?
Como si la historia de la pintura tratara de hablar en el lenguaje de ahora, donde todo rostro es una máscara y toda identidad, una interfaz mutable.
Esta figura sin rostro resiste ser “leída”. No se deja capturar. Quizá porque en lo borroso, en lo incompleto, en lo que falta... hay más verdad.
Rebeca Camarena
“Enséñame tu rostro… aunque tiemble, aunque no sepa si me mira.”
En esta pieza, el retrato clásico se desplaza, se niega, se disuelve. No hay rasgos definidos, pero hay gesto. No hay mirada, pero hay presencia. Como si el rostro —ese lugar donde creemos reconocernos— fuera apenas una ficción en tránsito.
Show me your face no demanda una imagen, sino una entrega. El título actúa como súplica íntima y como desafío. ¿A quién se le pide que se muestre? ¿Al otro, a uno mismo, al pasado que se intenta habitar?
Como si la historia de la pintura tratara de hablar en el lenguaje de ahora, donde todo rostro es una máscara y toda identidad, una interfaz mutable.
Esta figura sin rostro resiste ser “leída”. No se deja capturar. Quizá porque en lo borroso, en lo incompleto, en lo que falta... hay más verdad.
Óleo sobre Mdf
Medida 30 x 30 cm
Enmarcada en madera
| México